-Si fumas no puedo besarte- susurró.
Gire y lo vi fijamente.
-Por eso fumo- y riendo le solté el humo directo en la cara.
Yo jugaba con el humo haciendo pequeños aros en el aire que se perdían en la obscuridad de mi cuarto. El, recostado a mi lado, solo me veía con la expresión infantil del niño que ve un truco de magia en medio del parque, de vez en vez suspirando y riendo. Y yo, como ese mago, llena de orgullo y vanidad seguí en lo mio cautivando a la audiencia de uno solo, que con eso me bastaba.
Por un tiempo no hubo mas risas y note que no veía mas el humo. La vela de la mesa reflejada en sus ojos, se dividía en dos pequeñas flamitas que prendían y apagaban con cada esporádico parpadeo. Ese par de flamitas mirandome fijamente e iluminandome a la vez.
-¿Que tanto miras?- le dije como si me molestara. La verdad era que inflamaba mi ego y me encantaba.
-Eres tan hermosa- me dijo sin quitar la mirada de mi.
-Wow! Eso debe ser...lo mas predecible que he oído en mi vida. Que te quiten el premio a la originalidad- y me eché a reír viendo al techo de nuevo.
-No quiero ser original- y puso su cara de serio que lo hacía ver tan maduro y tan triste.
-Entonces ¿qué quieres?- le sonreí coquetamente mientras trazaba un 8 con mis dedos en su antebrazo.
Acerco su cuerpo al mio.
-Quiero...sorprenderte- la timidez se le salia por cada poro.
-Entonces dime algo que no me hayan dicho ya- con tono de reto, como otro de mis juegos.
Y acercó su rostro al mio tanto que podía sentir su aliento cálido, aun con el intenso calor de esa noche.
-Ríes, a pesar de estar herida y juegas con los corazones, aun cuando tu misma tienes el corazón roto.
Mi sonrisa se borro por un momento. Aparté el mechón que le caía en la cara y ahora esos ojos, esa flamas, estaban ansiosas. Ansiosas de saber si había cruzado una linea. Trataba desesperadamente de leer cada parte de mi cara, al tiempo que su ansiedad crecía. Pero yo seguía sin decir nada.
-¿Que pasa?¿Porque me miras así?- finalmente preguntó.
-No puedo creer que siendo solo un niño sepas tanto.
-Yo no puedo creer que a tu edad aun te sorprendan esas cosas- y levantando mi mano, la besó.
Creo que era su forma de disculparse en caso de haberme ofendido. Su forma de hacer que no lo echara de la cama, tal vez.
-Además ya te dije que no eres tan vieja- enfatizó el "tan"- son solo un par de años.
Mi sonrisa regreso y le hice una seña levantando mi dedo medio. Después levante otros dos.
-Tres años, los que sean- y esto hizo que se alejara y se sentara del otro lado de la cama, serio, recargado igual que yo en las almohadas contra la pared.
Reí de pensar que en verdad creyó la edad falsa que doy siempre, y me voltee hacia la mesita que está junto a mi cama para servirme otro trago. La verdad necesitaba asimilar lo que acababa de decirme. Tenía razón y sabía tanto, tal vez demasiado. Se estaba haciendo engreído y ya contestaba sin mayor enfado a mis juegos. Sabia que poco a poco me estaba llevabando su inocencia y lo único que parecía nunca terminarse era mi propia ingenuidad al intentar que las cosas no cambiaran.
Di otro trago y una mano apretó la mía alrededor del vaso, interrumpiendo mis pensamientos. Vi sus ojos y las vivas flamas en ellos. La mano tomo un cubo de hielo de mi vaso y lo deslizo por mis labios para que después una lengua lamiera de ellos los residuos de licor frío. Repitió y me quito el licor succionándolo de mis labios entre cada beso.
-Eso no era todo- interrumpió. Fue hasta ese momento que me di cuenta que en vez de estar a mi lado, el ya estaba sobre mi y yo estaba a punto de derramar el vaso en la cama y quemar las sabanas con el cigarro de la otra mano.
-Aun hay mas...- voltee mis ojos.
-Yo creo...yo creo que solo alguien maravilloso podría hacer algo así. Reír porque la vida es una mierda, debe ser un don divino- pegó su oído a mi pecho- pero tus latidos delatan que en verdad eres humana.
Dejé mi vaso y apagué mi cigarrillo. Ese momento parecia haber sido congelado, todo tan quieto. Ya no oia ni el viento pegando en las cortinas, ni los grillos de la noche, ni nuestra respiracion. Mi mente solo se concentraba en contener una lágrima.
Quería llorar por sus verdades, quería llorar por mis mentiras. Por las noches como esa. Pero no lo hice. Por sus años de menos y su claridad de mas. Por seguir aprendiendo sin importar lo que ya vivimos. Por lo que se aprende de quien menos pensábamos. Y tambien, por las noches como esa.
Tome su cara entre mis manos y lo besé tan profundamente como queriendo llegarle al alma por la boca.
-¿Ya no estas enojada?
-No. Esto es algo que no digo muy a menudo pero lo diré ahora porque estoy segura: me equivoqué en lo que dije antes y te pido perdón.
-¿Ya no crees que soy solo un niño?-con los mismos ojos abiertos del principio.
-No, claro que sigues siendo un niño. Pero alguien seguro debería darte un premio.
Y ahora era yo la que estaba encima de el...
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3 comentarios:
genial, me encantó este post.
Gracias por el comment! =) y por la inspiracion! ;)
No manches compañera! :O, estuvo de lujo este post, me hiciste recordar muchísimo una situación de mi pasado. Hasta la lagrimita se me salió jajaja Muy bien escrito, muy bueno :) saludos!
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