Trois. À bientôt.

-¿Tienes todo?
-Si

El cierra la puerta e introduce la llave que ha de ayudar a alejar a los intrusos. Pero para resguardar los verdaderos tesoros que su cuarto encierra, no necesita de llave. El lo sabe.

Llenamos la cajuela de su auto con mis maletas. Antes de abrirme la puerta, me observa y me abraza. De su bolsillo saca su celular y toma una fotografia de los dos. Los dos hacemos muecas, porque no hay mas que hacer. No se puede sonreir, pero tampoco llorar. La vida es asi y lo sabemos bien. Es la vida que escogimos.

En el aeropuerto, la ineptitud se ve reflejada en las largas filas de espera por ser atendidos en todos lados. Una vez hechos los tramites pertinentes vamos cerca de la sala de abordar. Hablamos de las cosas mas vanales, observamos a la gente y reimos como cualquier otro dia, como si esperaramos por entrar al cine.

Las 8:30 en la pantalla de mi celular, la misma hora que la impresa en mi boleto. Tomando mi rostro entre sus manos, me mira fijamente.

-Ya es hora, debo irme.
-Lo se, solo no se como dejarte ir.
-Facil- miento- Besame, da la vuelta y no mires atras.
(...)
-Voy a extrañarte.
-Yo tambien.
-¿Me llamaras para saber que has llegado bien?
-Seguro.

Y entonces el rito inicia. Me abraza, me besa y al tiempo vuelve a salir su celular, sostenido por una mano que tiembla, quiza porque sabe que ha de tomar la ultima fotografia de este encuentro. O quiza porque el peso de los recuerdos que guarda el celular es insoportable. Tal vez nunca lo sabre.

Vuelve a besarme, dice adios y da la vuelta, al mismo tiempo que yo. Una vez entregado mi pase, hago trampa y volteo, solo para encontrar que el ha cumplido con el trato y se dirige a la salida.

Ocupo mi asiento una vez dentro. Un sueño que duro semanas fue uno de los regalos mas valiosos que he recibido. El avion despega y se eleva, desprendiendo partes de mi que cayeran pieza por pieza formando nubes sobre la ciudad. Y ahi va mi ultimo regalo: una tormenta de recuerdos que caiga a sobre el. Gota a gota.